Descripción del carácter


Carácter

Uno de los conceptos que más se prestan a confusión en torno a esta raza, es su carácter. Todo el mundo está de acuerdo en considerar que lo más importante en el pastor alemán es su aspecto psíquico, pero difícilmente encontraremos dos personas que nos lo definen de una forma similar y, apurando más, que simplemente nos lo describen.
Cuando se habla de un determinado ejercicio en el que haya una prueba de indiferencia (por ejemplo, indiferencia al disparo, es decir, al estampido que produce una pistola, según se contempla esta prueba en el Reglamento de trabajo), con ello no debe entenderse que el sujeto deba mostrar indiferencia a todo lo que le rodea pase lo que pase: el grado de atención que debe demostrar en un ejercicio determinado no se puede ver disminuido por ser aquél un ejemplar distraído o apático. Difícil es entonces interpretar cuál debe ser el comportamiento de un pastor alemán frente a una situación peligrosa, encajando en aquel caso más en un estado de alerta en el que su extraordinaria atención nos demostrara tanto su fuste físico como psíquico, que no un estado de ausencia o de distracción el cual no concordaría en absoluto con el espíritu que debe reflejar un ejemplar de su raza.
También suele incurrirse en error al comparar la mente de un pastor alemán con la mente humana, ya que las formas de valoración, niveles, misiones y finalidades son totalmente distintas. Mientras el hombre puede actuar, y no pretendemos decir que indefectiblemente lo haga, de forma deductiva, el pastor alemán lo hace aprehendiendo una serie de estímulos sensitivos que emanan de su entorno y, por supuesto, conjugando en esta estimulación el desarrollo de su actividad mental.
A nivel humano nos puede resultar casi imposible la sustitución de una mente coordinadora de ideas por un sistema de poder mental resuelto olfativamente. Debemos tener en cuenta que, dentro de una escala relativa de valores, cuando el cerebro de un perro está dedicado en más de un 60% de su capacidad total a reaccionar frente a los estímulos exteriores que llegan a través de su olfato, evidentemente no podemos establecer comparación alguna on el hombre, pues para éste los estímulos cerebrales que le aportan sus sentidos jamás llegan en su mente a alcanzar porcentajes tan considerables como en el perro.
El hombre suple la escasa receptividad a los estímulos sensoriales que le llegan del exterior gracias al poder deductivo e inductivo de su mente. No es preciso que no haya ocurrido algo personalmente para que por deducción podamos aplicar en nosotros el caso ocurrido a un tercero. El pastor alemán tiene su poder deductivo limitado a su memoria de especie y a la experiencia de su propio aprendizaje, es decir, a la de sus propias vivencias. Si el pastor alemán basa su saber en las propias experiencias (aprendizaje), sus reacciones negativas se manifestarán tanto frente a lo desagradable (efecto comprobado) como ante lo desconocido, y en este último supuesto precisamente por falta de una valoración apoyada en el propio aprendizaje o en sus vivencias directas. Sin embargo, puede ocurrir que en determinadas circunstancias el pastor alemán "prevea" una situación que jamás se la haya presentado con anterioridad. Por ejemplo, el hecho de que huya ante la presencia de un reptil venenoso nos lleva a plantearnos la pregunta de cómo nuestro pastor alemán conoce la toxicidad de aquel animal si jamás ha sido mordido por él. Los misterios de la herencia genética, grabados ya en las razas más primitivas que contribuyeron a su formación, han ido transmitiendo en sus genes estimulaciones inalterables por más que haya variado su hábitat y posibilidades de subsistencia, transmitiéndose de generación en generación los rasgos diferenciales de su carácter.
De la misma forma en que el pastor alemán basa su experiencia en el aprendizaje, su fidelidad está depositada en un solo amo al que conoce y quiere. Por extensión, su fidelidad alcanzará también a todos cuantos habiten bajo su mismo techo pero siempre que haya una buena armonía entre sí, pues los desequilibrios afectivos o emocionales a nivel humano transmiten el mismo dessosiego al pastor alemán, el cual se volvería inestable en un ambiente lleno de tensiones.
El SV, en su calidad de club de raza, ha elabrado su standard en el transcurso de 100 años y ha potenciao en sus normas el equilibrio psíquico de que debe gozar el perro. Por lo tanto, perfecto conocedor de la psicología y del carácter del pastor alemán, toda confusión que respecto a estas cuestiones pueda uno manifestar, sólo demostrará su falta de conoimientos sobre esta raza.

Comportamiento en familia.

Desde el primer momento, el pastor alemán sabe quien es su amo y este sentimiento --más acusado en esta que en muchas otras razas-- lo demuestra el perro mediante un grado incondicional de obediencia. No es preciso que el animal sepa quién fue la persona que decidió un día adquirirlo. Será él quien haga la elección y, por más tentavivas que hiciéramos para disuadirle, su decisión sería irrevocable.
Como buen perro pastor, guardián y defensor de personas y propiedades, protegerá muy especialmente al niño de la casa ante la presencia de extraños. Las visitas pocos habituales serán vigiladas con tanto celo que podría resultar peligroso que deambularan por la casa sin que ninguna persona mayor se hallara presente.
Con el niño de la casa se comporta siempre con extrema delicadeza, hasta el punto que si llega a ser molestado por el pequeño, el perro aguantará pacientemente cuantas travesuras y trastadas le hagan. Puede ocurrir, si los niños se hacen demasiado pesados, que desaparezca durante un rato para descansar, pero no por ello permanecerá ausente o ajeno a su entorno ya que el más mínimo ruido anómalo que se produzca, o si se presentan extraños, volverá a aparecer y lo primero que hará es cerciorarse de que todo sigue en orden, comprobar prioritariamente si el niño juega tranquilamente o si duerme. Cuando el niño está dormido, el pastor alemán se acerca siempre silencioso para no despertarlo, quizás con más cuidado aún del que pondría un persona mayor. El pastor alemán es tan consciente de que el niño se halla en un estado de indefensión ante los peligros de la vida, que podríamos hasta comparar su comportamiento con el de un hermano mayor responsable.
Por eso resulta absolutamente infundado pensar que el perro de la casa, amigo de todos, pueda un día causar daño alguno a los niños. Siempre que se ha producido algún lamentable accidente, comprobamos que la causa cabe atribuirla al hecho de que niños desconocidos han irrumpido bruscamente en el territorio del perro, en cuyo caso el can actúa en defensa propia al suponer hallarse frente a una agresión.
Pendiente en todo momento del más mínimo movimiento que se produzca en la casa, podemos imaginar al pastor alemán como si estuviera guardando un rebaño, cuidando con mayor mimo a las ovejas recién nacidas, que son las que más corren el riesgo de perderse o ser robadas por algún desaprensivo. Este es el espíritu que anima al pastor alemán, pues, como indica su propio standard, le resultaría más fácil a un desalmado quitarle la criatura a una madre que arrebatársela al perro. La madre defendería a su propio hijo con uñas y dientes, desgarrada de dolor, pero el perro no vacilaría en jugarse la vida para proteger al niño. Porque la diferencia entre un ser humano y un pastor alemán estriba en que mientras el hombre mide el riesgo que una determinada acción puede implicar, el pastor alemán sólo se guía por su insobornable sentimiento de fidelidad: un imperativo tan profundo que le llevará sin vacilar a sacrificar su vida por proteger aquello que le han confiado a su cuidado.
Son verdaderamente notables las diferencias de sentimiento entre el hombre y el pastor alemán. Un padre, por ejemplo, puede sufrir un dolor inmenso ante la muerte de su hijo y, recíprocamente, un hijo ante el fallecimiento de su padre. Pero es un dolor que el hombre superará, aunque a veces le cueste una depresión. Pero incontables veces ha sucedido que, a la muerte de su amo, sigue la del pastor alemán, como si el animal se inhibiera de la vida y se deja morir. Y esto ocurre no solamente con el pastor alemán sino también en todo el ámbito del mundo canino, entre otras razas distintas e incluso entre perros mestizos. Un sentimiento trágico que por fortuna no se da en el ser humano pero que ilustra de forma conmovedora el grado de abnegación y fidelidad que animan al pastor alemán, exponente de todas las razas caninas.
Quién sabe si de no existir un perro tan entrañable como el pastor alemán el hombre sería capaz de albergar en su alma el sentimiento de la amistad. Porque, ¿Quién podría afirmar que cuando el hombre siente amistad no está mimando el sentimiento más profundo del perro?

 

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