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Iniciación del perro en la pista (Rastro)

En mis alegres, pero difíciles 35 años de indagar en el complejo arte de adiestrar, fueron diversos los sistemas que utilicé para la iniciación de nuestros perros, cachorros o no tan cachorros, en la disciplina de la pista (rastro). La mayoría de estos sitemas fueron llegando al país con los primeros ovejeros traídos por alemanes que vinieron después de la segunda guerra mundial y fundaron la SVA y ACOA; de la fusión de estas dos sociedades nace nuestra querida POA.

De estos sistemas para iniciar a los perros utilicé básicamente dos formas: en la primera marcaba yo una corta pista, escondiendo al final una pelota u otro juguete. La otra forma era hacer ocultar al perro para que no viera, esconder a su dueño y luego guiar al can para que, usando su olfato, lo encontrara.

Todos tenían sus problemas, como la excesiva velocidad o levantar la cabeza para encontrar la pelota o a su dueño, venteando.

Sin duda, el mayor rédito lo conseguí cuando comencé a utilizar la comida sobre la pista, aprovechando el instinto de supervivencia del animal.

Por fortuna para los que trabajamos con esta técnica desde hacía años, cuando en 1995 llegó a nuestro país el maestro Antonio Bello, para enseñarnos todos los nuevos métodos en lo que a can de guardia se refiere, no tuvimos que cambiar el sistema de rastro, sino enriquecerlo con sus enseñanzas.

Sabíamos que el can no nos necesita para buscar. Desde recién nacido, ya desarrolla el sentido del olfato cuando busca la teta de la madre. El vive por su olfato así como nosotros por la vista. Lo difícil es aprovechar sus dotes y asociarlo a nuestro mandato, creando los métodos que al perro m+as le gusten. De lo contrario las experiencias se vuelven negativas.

uestro animal capta mayor cantidad de olores que nosotros. Para él no es problema seguir una pista. Pero se distrae con mucha facilidad, precisamente por su gran variedad de captación. Por eso tenemos que hacerlo concentrar en el rastro a seguir.

Con lo aplicado hasta allí y ya con una base más sólida, cuando llegó a la Argentina el otro gran maestro italiano, Stéfabo Codemo, pudimos ahondar más en los detalles de esta fascinante disciplina procurando un mayor perfeccionamiento, ya que lo que veníamos haciendo no chocaba para nada con sus coceptos.

Este trabajo de iniciación es conveniente comenzarlo cuando nuestro perro es cachorro, porque éstos son curiosos y vehementes con la comida. A los adultos es más difícil estimularlos; lo que no quiere decir que el trabajo no se pueda realizar con ellos. Todo depende de las condiciones naturales que tengan. Yo he iniciado perros de tres años con excelentes resltados.

 

El comienzo del rastro debe ser siempre positivo

A nuestro ejemplar debemos guiarlo, ayudarlo, apoyarlo, al igual que lo hacemos en la disciplina o en el ataque. El perro debe sentir placer al hacerlo. Nuestro humor no debe cambiar aún cuando él haya cometido un error. Si yo cambio mi comportamiento, el perro no sabe porqué lo hago. El sabe que hay cosas que hay que evitar. Nosotros debemos lograr un camino feliz y de placer para que arribe al objetivo, con alegría y gusto, no por nuestro humor.

Si el perro no rastrea bien y yo cambio mi humor, el interpreta mi cambio y no el error. Se lo debo hacer entender de manera tranquila, para que esto le resulte grato.

En este sistema el can debe encontrar siempre un recipiente chico de comida al final de la pista. Este recipiente debe ser lo más chato posible y su color no debe diferenciarse del terreno, así el perro lo encuentra con el olfato y no con la vista.

En una oportunidad le pregunté al maestro Bello: "si el perro no rastrea bien... le dejo comer igual del recipiente?". Yo sabía lo que me iba a contestar, pero no de la manera que lo hizo. El dijo: El perro no es una criatura para decirle "si no haces bien los deberes esta noche no hay postre". Algunos guías ante un error levantan al perro del rastro. Esto no debe ocurrir pues el perro no lo entiende.

 

Nuestro perro debe tener siempre un final feliz en los ejercicios

Condición esencial para iniciar el primer rastro, es que el cachorro no haya comido en las doce horas previas. Iremos sembrando el trazado de la pista con trozos de la comida que al animal más le guste, hígado cocido, pollo, granos grandes de balanceado, etc. Yo generalmente utilizo salchichas cortadas a cuchillo en rodajas de 1 cm.

El pedacito de salchicha lo coloco sobre el terreno roto por la pisada, una vez levantado el pie.

Es conveniente que el párrafo siguiente se lea realizando los movimientos corporales que se describen:

Sé que no es fácil explicar la marcación de la pista si el interesado no lo ve, pero lo intentaremos.

Llevando una banderita con punta que se entierre fácilmente en el terreno, me dirijo hacia el punto de partida. Unos tres metros antes de llegar al lugar que elegí que será el punto de partida, empiezo a pisar fuerte y en línea recta. Estas pisadas deben estar bien pegadas una delante de la otra, con el talón del pie de adelante casi rozando la punta del pie de atrás. Así recorridos los tres metros, en los que entrarán unas diez pisadas, me paro con los dos pies a la par y, sin moverlos, entierro la banderita junto a mi pierna izquierda, marcando el punto de partida. Seguidamente piso con el pie derecho delante y en el medio de donde estaba parado, luego levanto el pie y apoyo la punta del mismo al costado del pie izquierdo, simplemente para mantener el equilibrio. En el medio de la rotura del terreno que dejé con el pie derecho, coloco el primer pedazo de comida. Luego con el pie derecho, que en ese momento está apoyado sobre su punta, piso delante de la pisada donde pude la comida. Levanto el pie izquierdo y lo llevo delante del derecho. Lo hago pisar y lo levanto apoyando su punta al costado del pie derecho. Coloco el segundo pedazo de comida. Y así sucesivamente, marco todo el trazado, quedando el alimento pisada por medio.

La primera recta tendrá unos quince metros. Allí se marcará un ángulo recto del cual saldrá otra recta de unos cinco metros y en el final de la misma se encontrará el rcipiente con la comida, lo más oculto posible.

Después de varios rastros comenzaremos a espaciar la comida, de modo que el cachorro se vaya condicionando a encontrarla sobre la rotura del terreno.

Esta etapa es sólo de enseñanza, no debemos corregir al can hasta que él sepa bien lo que le pedimos.

En la primera etapa del rastro es muy importante el terreno. Es mejor el pasto de entre tres a diez com de alto. No más, para que el perro utilice el olfato, no la vista. El campo arado es un excelente terreno, pero no para la iniciación de esta disciplina.

Debe realizarse este ejercicio a primera hora de la mañana y en un campo que no haya sido pisado por animales o personas.

Desde el primer rastro se debe enseñar el ritmo adecuado, que es el paso lento del hombre.

El cachorro ya debe estar acostumbrado al collar y a la traílla cuando concurra al campo. No tiene que sentir desconocimiento por estos elementos.

En las primeras marcaciones es importante que el guía no rompa demasiado el terreno, es decir que no pise fuerte. El cachorro se sentirá más atraído si el olor que emana del suelo es una fragancia. Mientras que si se pisa fuerte el olor de la clorofila del pasto le resultará molesto.

En el comienzo el guía colocará al cachorro entre sus piernas, tomará la traílla que se prende del collar fijo y se la pasará por debajo de la axila derecha. Así el perro sentirá mayor apoyo y se evitará que se desvíe en la pista a seguir.

La marcación de los objetos, la enseñaremos fuera de la pista. Colocando cinco o seis almohadillas de tamaño no mayor al de una billetera en un círculo de un diámetro aproximado de diez metros, llevamos al perro caminando en junto hasta una de las almohadillas y lo echamos correctamente, bien cerca de ella pero sin tocarla, de forma tal que le quede entre medio de las manos. Lentamente, diciéndole al perro que se quede, levantamos el objeto con la mano en alto como si se lo mostráramos al juez. Después de bajar la mano sentaremos al perro y sin que éste se de cuenta tiraremos el objeto para atrás por sobre el hombro, más o menos en el lugar donde estaba antes, para que, después de llevarlo hasta las otras almohadillas de la misma manera, comencemos una o más veces la ronda. Cuando nuestro can tenga ya bastante segura la pista con la comida y el recipiente, incorporaremos los objetos al rastro.

Los adiestradores, como en todas las disciplinas, deben ser prolijos y tener un plan de trabajo, pero fundamentalmente en ésta. No deben distraerse, pues el tiempo se pasa y la vida de nuestros perros es muy corta. Lo que no conseguimos cuando nuestro amigo es jóven, después es cada vez más difícil de alcanzar.

Finalmente me queda por recomendarle a los guías, que trabajen al perro alegremente. Si el conductor no es alegre el perro tampoco lo será. El perro siente si uno tiene placer de estar con él. Su cerebro registra el último acto que le enseñamos. Si nosotros no lo entendemos así cometeremos errores graves y difíciles de superar. Si corregimos severamente un error, alteraremos su comportamiento natural.

Al perro lo corrige la sorpresa... no el dolor.

Por Ricardo Bregna

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