El instinto de caza


El instinto de caza

Por Juan Adolfo Messina

Profundos estudios realizados por eminentes etólogos e investigadores han determinado que el instinto de caza no existe en los caninos, lobos u otras especies cazadoras como instinto innato; si bien esto es así, debemos decir que comienza a manifestarse a determinada edad y a partir de improntas adquiridas durante un temprano aprendizaje, el cual recibe el cachorro de su madre a través del imprinting (impresión o huella), mecanismo éste que permite al cachorro desarrollar ciertas conductas, copiando de su modelo materno el comportamiento a adoptar en determinadas circunstancias; aproximadamente a los 30 días, el cachorro empieza a reaccionar súbitamente ante estímulos provenientes de sus dueños y/o de sus hermanos de lechigada, iniciando una conducta social de acercamiento a quien le llama, com emisión de ladridos, movimientos de la cola, etc. (mantener esta relación social con sus hermanos y el hombre es una pauta de equilibrio fundamental en la educación posterior del cachorro); pocos días después aprende a jugar, adquiriendo sus actividades perceptivas y motoras un cierto grado de madurez, convirtiéndose en la base de un nuevo comportamiento y del desarrollo de alguas habilidades de aprendizaje más o menos estables, que pueden devenir con respecto a lo que nos interesa en una determinada conducta, denominada al principio "manifestación de comportamiento ante la presa" (mezcla de curiosidad, juego y deseo de apresar lo que semueve ante él) y que no suele tener nada que ver con la agresividad ni con la caza en sí.
Debemos considerar también que a partir del comienzo del destete, las actividades sociales del cachorro a las 4 semanas de edad cambian de una única interacción con la madre a la relación con sus hermanos; con éstos empiezan los juegos, las peleas, las disputas por la defensa de su territorio, la formación de grupos en donde comienzan a manifestarse las que luego se conocerán como escalas de jerarquías dentro de la manada, la organización de expediciones de caza, sustituyéndose el vínculo anterior de madre e hijo por el de amistad y en el caso de los cachorros domésticos como digo más arriba a comportamiento susceptibles a estímulos provenientes de sus amos humanos. Este cambio repentino del comportamiento, contrastado con las funciones elementales vegetativas del recién nacido, evidencia el principio de una etapa de sociabilización que abarca hasta las 12 semanas de vida, el llamado "Período Crítico de Sociabilización", denominado así, por sus descubridores, Scott y Fuller, considerado crítico debido a que las primeras experiencias de tipo social pueden ser de carácter agradable o traumatizante, pudiendo dejar una profunda huella en el comportamiento a posteriori del animal.
Se puede decir que el instinto de caza reside en estado latente junto a los primarios instintos de presa, autodefensa, sexuales, maternales y alimentación. Sabido es que en estado salvaje, este instinto de caza es desarrollado por copia o imitación de sus mayores y congéneres quienes les enseñan lo necesario para aprender a sobrevivir, completándose dicho aprendizaje por código genético, predisposición natural y características morfológicas.
A partir de toda esta información básica, estos primarios instintos a los que me refiero, en especial el de autodefensa y la ya descripta manifestación de comportamiento ante la presa, son en definitiva, los que pueden desarrollarse en función del adiestramiento deportivo a través de situaciones creadas artificialmente por el hombre, quien con el adecuado talento teatral de un buen figurante, representando un presunto rol agresivo, puede elaborar y modelar mediante estímulos adecuados, utilizando toda una gama de recursos o llaves, la conducta requerida de un sujeto apto, nacido y criado en condiciones no traumáticas. Al decir esto me refiero a que no deben mediar influencias ambientales extrañas, que puedan afectar en la época perinatal, el desarrollo futuro de la conducta de dicho individuo.
Entonces la conclusión es que partiendo de un sujeto apto y bien criado, el hombre puede guiar hábilmente los instintos de autodefensa y presa incluidas las conductas de motivación superpuestas, como por ejemplo los parámetros motores de agresión y huida), que se manifiestan, en principio, a través de distintas expresiones faciales, las cuales se modifican en forma muy característica y de acuerdo a qué tan intensas sean estas motivaciones simultáneas que pautan motoricamente el instinto de autopreservación.
En forma clara este instinto innato, que está íntimamente relacionado durante las primeras horas y días de vida del cachorro por una fuerte dependencia con su madre, le asegura la invariable búsqueda de ésta.
En el proceso de entrenamiento al que me refiero, una de las manifestaciones básicas a la que recurre el hombre para iniciar al perro en la canalización de los instintos, es el ladrido, expresión sonora de la voz del canino que reemplaza la acción de morder y que llega a convertirse con el tiempo en una especie de técnica de combate, al localizar al figurante en el biombo; esta manifestación se utiliza, como digo, para canalizar en particular el instinto de autodefensa. El punto elemental que más le interesa al figurante es hacer morder al can, mediante el desarrollo de estos instintosfavoreciéndolos a través del aumento de su comportamiento defensivo e incrementando al mismo tiempo, con un concienzudo y bien aplicado trabajo d presa, el deseo de apresar.
reduciendo de a poco la natural actitud esquiva del perro hacia el hombre, éste deberá mostrar su capacidad canalizando un importante y valioso componente del carácter, como es la agresividad (que también quiere decir acometividad) del perro al morder y en la persecución hacia la manga, que se transformará, a través de un entrenamiento gradual y paulatino, en la "presa a cobrar", el cual se inicia en la paridera, punto donde toda esta actividad y dinámica tiene al trapo de yute o algodón y sus primeros juguetes de presa (pelotitas de tenis, de trapo o huesos de cuero digeribles) como importantes ad láteres; a partir de los 25 días de edad se puede motivar al cachorro a morder los juguetes y treparse por el trapo en cuestión suspendido sobre él y que se mueve al principio a instancias del hombre, siendo éste el comienzo de un camino que se podrá recorrer fácilmente, siempre y cuando respetemos pautas elementales que se deben aplicar en la educación de nuestros pequeños amigos. 
Es a partir de aquí que aplicando la planificación en nuestro trabajo, comenzaremos a ver los resultados que se buscan en el entrenamiento deportivo de nuestros canes sin necesidad de recurrir a ningún recurso extraño i antinatural, sólo se necesita inteligencia, conocimientos y paciencia, además de nuestro amor por ellos, cualidades que el hombre a pesar de la locura y violencia que lo rodea aún mantiene y utiliza, amén de su exclusivo poder de raciocinio.
En lo que tiene que ver con el perro de guardia, si bien todo el proceso de educación y construcción de la mordida en ataque es prácticamente el mismo (lo único que no se utiliza es la manga), no sólo se deben tener en cuenta todos los parámetros de aprendizaje mencionados (agresividad y presa) a hacia el presunto agresor o delincuente corporizados en la figura de un figurante, sean debidamente conformados y estructurados a través de un exigente entrenamiento de disciplina que será, en definitiva, el dique de contención de esta arma que significa un perro de guardia.

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